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La obra de construcción de lo que será la plaza comercial Thor Urbana sigue en marcha, mientras que el proyecto de Explanada rumbo a la zona industrial, aún no se tiene fecha de cuándo iniciarán los trabajos, porque se ha atrasado principalmente por la falta de permisos y ahora con la pandemia por el COVID-19.

La coordinadora de Plazas Comerciales afiliada a Canaco-Servytur, Ana Patricia Márquez Macías, señaló que hay otros tres proyectos de pequeños centros comerciales en diversas zonas de la ciudad, denominadas Neighborhood Center, en las que se considera contar con pocos locales para acercar algún servicio en diversas colonias o fraccionamientos.

Hay confianza en que Explanada y nueva Sendero también están firmes

Márquez Macías indicó que hasta el momento esta es la información que le han proporcionado, pero dijo que a pesar de todo lo que la emergencia sanitaria de COVID-19 ha impactado, se confía en que se mantengan dichos proyectos, ya que Thor Urbana, ubicada en el sur de la ciudad, sigue con la obra a un costado del Centro de Convenciones, y se había anunciado que para el último trimestre de este 2021 iniciaba operaciones, por lo que sería cuestión de esperar a que confirmen si se mantiene la fecha.

-Yo espero que se mantengan estos proyectos, claro que tal vez pueden prolongarse unos meses más por esta emergencia sanitaria que nos vino a impactar a todos, pero hay que ser positivos, para que se concreten, ya que la zona metropolitana de San Luis Potosí se ha desarrollado considerablemente-.

Sobre el proyecto de la Plaza Sendero en el norte de la ciudad, Márquez Macías dijo no tener información al respecto.

Inversión inicial es de $8,000 mdp

Como se recordará, entre las características que distinguen al proyecto de Thor Urbana está que el centro comercial no tendrá tiendas ancla porque además de pretender que The Park sea un centro para crear comunidad, se busca que sea un sitio de oportunidades para emprendedores locales.

La inversión que realizará Thor Urbana, Inmobilia y GFA en las instalaciones de la capital potosina será de alrededor de 8 mil millones de pesos en la construcción y desarrollo del complejo de usos mixtos The Park.

The Park, primer megaproyecto del Bajío

El concepto The Park es el primer gran proyecto de uso mixto en la Región del Bajío de estos inversionistas mexicanos. Se instalará en una superficie de 120 mil metros cuadrados en los que el punto central será un centro comercial, cuatro torres de departamentos y oficinas, y dos grandes hoteles en la primera etapa que inicialmente se esperaba que estaría lista en el tercer trimestre de 2021.

Para el desarrollo de este proyecto se considera la creación de 2 mil 600 empleos directos y 5 mil 600 indirectos.

La situación mundial ha llevado a revolucionar muchos sectores, por ende, la industria de la construcción y bienes raíces no es la excepción. Nos encontramos ante un enorme reto y capitalizarlo de la mejor forma es una tarea que se realizará en el futuro venidero.

Ante las complicaciones que representa el Covid-19, hay una gran discusión sobre el tema de densidad de población albergada en un complejo, es decir, se está replanteando el esquema de desarrollar vivienda con varias decenas o centenas de unidades dentro de un mismo espacio.

Si bien sabemos, la CDMX es una de las urbes que cuenta con la oferta de vivienda vertical más baja acorde a la densidad poblacional comparada con otras urbes a nivel mundial, esto sigue representando una magnífica oportunidad para el desarrollo de nuevos modelos que permitan mejorar la oferta de espacios a habitar; sin embargo, existen nuevas necesidades que se están palpando debido al confinamiento por el virus.

Hasta cierto punto, se da la obviedad en las adaptaciones que tendrán los complejos habitacionales del futuro, desde la filtración de aire acondicionado y ventilaciones, un diseño de las áreas comunes más enfocado en el exterior y por supuesto planes de contingencia y protocoles establecidos durante una epidemia o pandemia.

Uno de los cambios que se experimentará con más notoriedad en el corto plazo, es la adopción de los espacios abiertos y con horarios específicos para evitar la saturación, las amenidades con las que cuenten los desarrolladores estarán orientadas en este sentido para evitar la concentración de cualquier tipo. Los ambientes creados al intemperie tomarán fuerza.

Existen distintos tipos de desarrollos y en el confinamiento podemos percatarnos de las ventajas y desventajas que tienen cada uno de ellos, la realidad es que con las nuevas tendencias que se vienen platicando en la industria, nos encontraremos con más ‘sana distancia’ entre puerta y puerta, desarrollos pensados para que los servicios de mensajería, paquetería, entregas de comida y súpermercados sean más prácticos.

Hoy contamos con una limitación de tierra céntrica disponible en la capital para edificar nuevos complejos; democratizar la vivienda y realizar espacios orientados a la utilización del transporte será de vital importancia para enfrentar el nuevo hábito de vivienda. Es casi un hecho que tendremos necesidades post Covid-19 en este rubro.

El desarrollo de usos mixtos seguirá teniendo un empuje especial, contar en un mismo espacio con todo lo necesario para sobrevivir sin salir del complejo será fundamental para saciar todos los requerimientos que se tengan. Se está pensando en generar los accesos adecuados y con la mayor circulación e independencia posible, siempre aprovechando cada metro cuadro del terreno. Lo importante recae en que los nuevos proyectos tendrán que tener los accesos a cada uso determinado muy bien diseñado y así no interfieran el uno con el otro.

La descentralización o esparcimiento de la vivienda es una realidad, esta solución tiene aristas interesantes, pero nos encontramos con trabas importantes a solucionar en el corto y mediano plazo. Primeramente se tiene que resolver la cobertura en torno a los servicios, generar infraestructura en las periferias, o un poco más allá, traerá como consecuencia una inversión considerable, tanto del sector público como privado, aún no estamos preparados para experimentar un escenario de este tipo, por lo menos no en el presente inmediato. Las limitaciones que se tendrían de comunicación y movilización son una complicación real.

La corriente que acapara la atención de propios y extraños es la generación de micro ciudades en el nuevo desarrollo vertical. Al considerarse de gran valor, los usos mixtos dictarán la tendencia en vivienda, hay que recordar que al tener nuevos lineamientos sobre los asentamientos urbanos, se permitirá una mayor densidad poblacional en una zona y por ende un mejor aprovechamiento de la tierra disponible en la capital.

La vivienda verde es una tendencia que se ha manejado en los últimos años, mientras más autosustentable sea el inmueble, más atractivo será para la nueva generación pro-ambiental. El cuidado de los recursos naturales seguirá prevaleciendo y traerá mejores dividendos aunque la inversión sea un poco mayor.

Espacios abiertos e integrados de la mejor forma con la tecnología son parte de las nuevas tendencias, al igual que contar con amenidades en zonas exteriores. La industria en general debe comenzar a pensar en las necesidades de la Generación Z, tratar de cubrir sus requerimientos a partir de hoy, ya que por hábitos generacionales, en los próximos 20 años serán los mayores consumidores de vivienda a nivel global. La vivienda en renta continuará prevaleciendo sobre la compra.

Hay que recordad que nuestra sociedad tiene una gran diversidad, tanto en lo económico como en lo social, hacer complejos específicos de nicho es una alternativa, pero no debemos de olvidar que la vivienda es una necesidad básica y se tiene que generar la suficiente oferta para cualquier estilo de vida.

Es imperativo tener un mejor aprovechamiento de la tierra, generar complejos que permitan una mayor comunicación y movilidad, considerar una correcta circulación dentro de los complejos y mayor privacidad, son retos que la industria debe afrontar de cara a los nuevos hábitos de vivienda post pandemia.

Hace más de cien días que se vive una situación inédita. A la coyuntura económica habitual de nuestro país se suma la convivencia con nuevas pautas sociales. Hasta las costumbres más arraigadas se ven hoy sometidas a revisión: tomar mate, darse la mano, abrazar, salir a la calle, trabajar, toda nuestra cultura está siendo necesariamente reformulada por nuevas regulaciones y protocolos. El conjunto de la sociedad está replanteándose de manera crítica todo aquello que estaba naturalizado en su cotidianidad.

Esta situación se replica hacia el interior de algunas empresas, que por estos días analizan qué rol asumen dentro de esta “nueva normalidad” del tejido social. En este contexto, la construcción vuelve a presentarse como abanderada de una reactivación progresiva. “Si sabemos leer la coyuntura, esta es la oportunidad para que nuestro rubro aproveche su potencial y haga de nexo entre el mundo del capital y el del trabajo para acelerar la maquinaria productiva de toda la región” dice Gabriel Redolfi, CEO de MSR Constructora, referente regional de la actividad.

La desarrolladora rosarina lanzó una campaña de vía pública que pone el foco en los valores que puede aportar el sector de la construcción. “Trabajo, inteligencia, compromiso, desarrollo, inversión y progreso son ejes que están en el ADN de la construcción y el desarrollo inmobiliario. No es el momento para que nos quedemos quietos, tenemos que llevar este cambio de paradigmas sociales al interior de nuestro trabajo, sumar al potencial de nuestra actividad soluciones creativas para la nueva realidad que ya vivimos. La construcción quiere ser protagonista del futuro”, sostiene el empresario cuando analiza el porvenir.

Acerca del presente desde el que se parte, la lectura de Redolfi es positiva para su sector: “Hoy, además de la tradicional fortaleza de un mercado sano y seguro, el ladrillo ofrece, debido a la coyuntura cambiaria, valores muy atractivos para captar inversiones. El resto es bien conocido, somos una industria de industrias, que vuelca los capitales en la producción local y moviliza gran cantidad de empleo directo e indirecto”.

Actualmente, en Rosario y la región, la construcción continúa retomando ritmo progresivamente, bajo las medidas establecidas por el Protocolo Oficial, con limitación de personal, y estrictos procedimientos de higiene y seguridad.

Buena parte de la arquitectura modernista —hoy el buen gusto hegemónico: espacios sobrios, líneas y formas simples, funcionalidad— se debe al impacto de otra enfermedad en el imaginario global: “La tuberculosis ayudó a hacer moderna la arquitectura moderna”, dijo Beatriz Colomina, de la Universidad de Princeton, autora de X-Ray Arquitecture, a The New Yorker.

Al temor a las habitaciones oscuras y los rincones polvorientos donde acechan las bacterias —siguió Kyle Chayca, autor del texto— debemos las construcciones elevadas de Le Corbusier, que quiso separar el hogar de la tierra húmeda y contaminante; la construcción cúbica de la Villa Müller en Praga, de Adolf Loos, que incluyó un espacio separado para cuarentenas, y la austeridad industrial de las paredes blancas vacías, los pisos desnudos, como superficies que exhiben una pulcritud de hospital, de Marcel Breuer.

¿Qué arquitectura creará el COVID-19? “En los meses recientes nos hemos encontrado en una nueva encrucijada de enfermedad y arquitectura, en la que otra vez el temor a la contaminación controla en qué clases de espacios queremos estar”, escribió Chayka.

Ya las personas que pueden trabajar desde sus casas descubrieron que el bonito loft moderno no sirve cuando cada habitante tiene una cita del empleo en Zoom al mismo tiempo; que las paredes delgadas ofrecen una intimidad indeseada con los vecinos a los que ahora se conoce hasta en sus preferencias culinarias, porque también están en sus casas 24/7; que un cuarto luminoso para vivir no es lo suficientemente luminoso para estar todo el día frente a la computadora. Los que siguen yendo a sus oficinas aprendieron que la planta abierta es un festival de superficies compartidas para el coronavirus y que la tradicional no respeta la distancia social, al mismo tiempo que vieron desaparecer escritorios y surgir separadores de acrílico.

“A diferencia del vacío prístino y ventilado del modernismo, el espacio que se necesita para la cuarentena es ante todo defensivo, con líneas demarcadas en cinta y paredes de plexiglás que segmentan el mundo exterior en zonas seguras gracias a la distancia social”, describió el autor. “Y en la casa podríamos descubrirnos anhelando algunas paredes y rincones oscuros más”.

Del mismo modo que la tuberculosis dio forma al modernismo, también el COVID-19 y la experiencia global de quedarse en casa y mantener la distancia social influirán —lo están haciendo ya— en la arquitectura. “Durante la cuarentena nos pidieron que nos quedásemos dentro de nuestras pequeñas celdas”, dijo Colomina. “El enemigo está en la calle, en los espacios públicos, en el transporte colectivo. Se presume que las casas son el espacio seguro”. Pero allí, en el plano de la TB, no está cómoda la generación del SARS-CoV-2.

El espacio doméstico

“La cuarentena hace que todos los trabajadores no esenciales conozcan más íntimamente los confines de sus hogares. Sabemos todo sobre ellos, especialmente sus defectos: la falta de luz natural en una habitación, el suelo que se ensucia en otra, la necesidad de un baño extra. El espacio es todo lo que tenemos para pensar”, planteó The New Yorker.

Florian Idenburg y Jing Liu, una pareja de arquitectos a cargo del estudio so-il, de Nueva York, ha descubierto cosas similares sobre su apartamento. “Por suerte, nuestras dos hijas tienen sus propias habitaciones con puertas gruesas”, dijo Idenburg. Algo por cierto útil cuando las niñas tienen al mismo tiempo el video-chat de la escuela. “Las divisiones acústicas se volvieron más importantes a medida que la familia empezó a estar apiñada todo el día”, agregó.

“El loft, la tipología de la ciudad de Nueva York, parece no ser lo más romántico en este momento. Todo el mundo está atendiendo una llamada de Zoom”, ironizó. Y la falta de privacidad se amplifica cuando los bares, los cafés y los parques no pueden ofrecer una salida.

Aunque no cree que se trate de un evento “fin del mundo”, Idenburg estimó que “de manera inconsciente, la gente realmente va a tomar en cuenta esto al evaluar sus hogares en el futuro”. Cuando una persona mira un espacio nuevo donde podría vivir, difícilmente deje de preguntarse cómo sería estar atrapado allí durante semanas o meses.

“Durante la cuarentena, so-il ha diseñado un proyecto residencial en Brooklyn, de treinta unidades en un edificio de doce pisos”, contó el artículo. “Actualizaron los esquemas de los apartamentos para reflejar la ansiedad de la pandemia: la cocina, el comedor y la sala se pueden separar en lugar de fluir juntos; los dormitorios van separados, para una mejor amortiguación acústica cuando son espacios de trabajo, e incluyen más metros cuadrados para los escritorios; y los arquitectos aspiran a un 30% de espacio exterior”, como por ejemplo un balcón o un patio.

El mundo del trabajo

El COVID-19 exige “un diseño de profilaxis”, calificó Chayka y puso como ejemplo las marcas hechas con cinta adhesiva de color en el piso para medir los dos metros que requiere la distancia social. “La cinta es uno de los grandes materiales de la arquitectura”, se rió Idenburg. A medida que algunos comercios reabrieron, recurrieron a ingeniosas soluciones ad hoc: un restaurante de Ámsterdam instaló pequeños invernaderos como comedores privados; un café alemán dio a sus clientes un sombrero con cilindros de gomaespuma para flotar en las piscinas (conocidos como churros de natación) de manera tal que al rozarse supieran que debían regresar a una distancia prudente; los casinos en Las Vegas instalaron paneles de acrílicos en las mesas de juego.

“Si queremos cambiar los hábitos de estar cerca de las personas, necesitamos tener guías muy claras”, dijo a The New Yorker Jeroen Lokerse, encargado de la filial holandesa de la firma internacional Cushman & Wakefield. “La visualización es algo clave para asegurarnos de que la gente se sienta segura”. Luego de una cita con funcionarios de economía de Holanda, se trasladó hacia sus oficinas vacías y comenzó a pensar cómo debía transformarlas para que se adaptaran a lo que las autoridades habían llamado “la sociedad de 1,5 metros”.

“El resultado fue ‘la oficina de 1,80 metros’”, contó la revista. Con alfombrado oscuro demarcó círculos de esa medida alrededor de cada escritorio de la planta abierta. Se agregaron sillas fuera de los círculos “para facilitar la conversación entre los colegas”. Se redujo la cantidad de sillas en las salas de reunión y se las espació; en los espacios cerrados se estableció una circulación en el sentido de las agujas del reloj para que los empleados no se choquen entre sí.

De los 275 empleados que poblaban las oficinas de Cushman & Wakefield en Ámsterdam, sólo va al lugar una parte, en grupos de hasta 75 personas. A medida que las restricciones se levanten, se preveen horarios de trabajo escalonados para evitar el hacinamiento de los empleados en el transporte público. Pero el lugar, que ya antes de la pandemia se sentía un poco superpoblado, tendrá un 30% menos de escritorios de manera definitiva.

Lokerse también considera la creación de “paredes virtuales”: una serie de señales que indiquen en tiempo real el movimiento de los teléfonos de los trabajadores, para evitar aglomeraciones o cruces. “La compañía probó, pero decidió no usar, una aplicación que mostraba si un empleado se movía a menos de 1,80 metros de otra persona”, siguió Chayka. “Lokerse dijo que, si la compañía cambia de opinión sobre la aplicación, se pedirá a los trabajadores que se adopten estas medidas de seguimiento ‘de manera voluntaria y anónima'”.

El espacio urbano

El arquitecto Ilias Papageorgiou dejó Nueva York para crear su propio estudio en su lugar natal, Atenas, Grecia, pocos meses antes de que comenzara la pandemia. Como el diseño de la ciudad privilegia la circulación en automóviles y buses, al cesar el desplazamiento de los trabajadores empezó a desempeñar un papel diferente para los vecinos. “Ahora se ve a la gente caminando en la calle, en áreas residenciales al azar, por las que nunca caminarían, porque ahí no hay nada”, dijo a The New Yorker. “Hay una ocupación del espacio público sin relación alguna con la actividad comercial. Es simplemente estar afuera, en la ciudad”.

En general, la rutina de la vida social se desarrollaba en espacios mitad públicos y mitad privados, la clase de comercios que debió cerrar por el COVID-19: restaurantes, cafés, bares. Desde entonces las personas quedaron relegadas al espacio privado o al público, sin grises. Y del mismo modo que los apartamentos y las casas sufren un escrutinio intenso, el espacio público comenzó a ser analizado en detalle.

“Las calles están vacías, pero las aceras pueden estar llenas de gente y hay que avanzar a la defensiva. Las infraestructuras como los parques, las piscinas, las playas y la recreación infantil, que hacen más soportable la densidad de la vida urbana, están cerradas o provocan paranoia”, escribió Chayka. “La tentación de visitarlas compite con la amenaza de la exposición al virus”.

Papageorgiou contó que durante la marcha del Día del Trabajador en Atenas, los manifestantes se mantuvieron a dos metros de distancia. “Lucía un poco militar —dijo— una cuadrícula de personas dispersas en el espacio público”. Días antes, el 19 de abril, también en Tel Aviv hubo una reunión similar: más de 2.000 manifestantes en Tel Aviv protestaron contra el gobierno ubicados, en la Plaza Rabin, a dos metros de distancia entre cada uno.

El artículo resumió los cambios visibles en varias ciudades del mundo. En Vilna, la capital de Lituania, las calles sin tránsito se abrieron para que los restaurantes y los cafés puedan ubicar sus mesas a la distancia necesaria para limitar la transmisión del SARS-CoV-2. En Nueva York, unos 65 kilómetros de calles se convirtieron en peatonales para ampliar el acceso a la circulación de las personas más allá de los parques. En Londres se está diseñando una gran red de carriles para bicicletas.

“Urbanismo táctico”, lo llamó Tobias Armborst, de la firma de arquitectura y planeamiento urbano Interboro, de Estados Unidos. Sería “un urbanismo que no surge de un plan maestro sino que llega desde abajo hacia arriba”. En todo caso, observó, ya era hora de agregar calles peatonales en las ciudades atestadas de automóviles.

“La arquitectura post-pandémica requerirá un mayor cambio de actitud e ideología, dijo el arquitecto Steven Holl: ‘No lo veo como algo que se pueda arreglar si cambiamos determinado aspecto de un solo espacio en alguna ciudad'”, citó Chayka como conclusión. “En un breve manifiesto sobre la época de la pandemia, que circuló entre sus colegas y sus amigos, Holl escribió que la arquitectura ‘debería asumir nuestra co-dependencia'. Los edificios pueden darnos más consciencia de las maneras en que estamos conectados a nivel global, y los caminos de propagación del coronavirus también nos pueden ayudar a combatirlo colectivamente”.